Si le preguntas a cualquier persona cercana al ciclismo cuál ha sido la gran vuelta reciente que más le ha gustado, en la gran mayoría de casos nombrarán el giro del 2018, probablemente, se podría decir que será la única nombrada junto a la vuelta del 2012. Esa gran vuelta será recordada por la incertidumbre hasta el último momento, la duda de si Dumolin sería capaz de establecerse entre la élite de los grandes vueltómanos y especialmente, las pájaras entre los mejores clasificados, recordando a un ciclismo de otro siglo.

Ese giro empezaba en Israel con una corta contrarreloj individual en la que triunfó el campeón del año anterior, Tom Dumolin. Por lo tanto, la persona que el año pasado había llegado a Milán de rosa empezó enfundándose el rosa, pero, habría muchas etapas por delantne que pondrían en jaque al holandés. La segunda y la tercera jornada también se situaron en el país asiático. En estas etapas se impuso Elia Viviani, que mostró su superioridad ante el resto de velocistas.
A la llegada a Italia comenzó la media montaña, en la que triunfaron Tim Wellens y el italiano Batagglin que llevaba unos años de capa caída. La semana finalizaba con la esperada etapa del Etna, primer test en la grande italiana, en la que ganó Estebán Chaves que llegó a la meta junto a su compañero Simon Yates, el nuevo líder.

La siguiente semana estuvo marcada por la media montaña, en la que triunfó Simon Yates, y la victoria de un nuevo sprinter, Sam Bennet. Durante una de las etapas llanas se quedó Esteban Chaves, según se descubriría más tarde, sufría una mononucleosis. El domingo, la etapa finalizó en el según muchos entendidos el puerto más duro de Europa junto al Angliru, el Zoncolan. Donde ganó Froome que dejó atrás las malas sensaciones de la primera semana, Simon Yates reforzó su liderazgo.

En la siguiente etapa volvió a triunfar el británico que llegó a la contrarreloj con una gran renta sobre Dumolin que redujo en la contrarreloj hasta menos de un minuto. Tras esta, una etapa de transición y Prato Nevoso. Aquí, Chris Froome perdió toda su renta ganada en el Zoncolan y pareció mostrar que lo ocurrido en el Zoncolan fue un destello de una inexistente forma física. Pero su preparador físico insistía en que no, su forma física iría aumentando lentamente.

LLegó la etapa 19, la reina, la que parecía que definiría la clasificación, y sucedió lo impensable. Cuando empezó el primer puerto, el líder, Simon Yates comenzó a quedarse atrás del grupo, tuvo una gran pájara que hizo que perdiese más de media hora. A 88 kilómetros de meta, subiendo el colle de la Finestre, Chris Froome atacó y dejó atrás a todo el grupo de favoritos. Consiguió adelantarse 2 minutos sobre sus rivales y, como si una etapa protagonizada por Bahamontes se tratara, se llevó la etapa enfundándose la maglia, superando por unos miutos al resto de corredores.

En la vigésima etapa, todo se mantuvo igual, a excepción del segundo, Thibaut Pinot, que sufrió una grave deshidratación que hizo que tuviese que ser hospitalizado. Al día siguiente, en Roma, ganó Sam Bennet, y Chris Froome por fin se unió al club de los ciclistas que poseen en su palmarés las tres grandes vueltas. Fue acompañado en el podium por Tom Dumolin y Miguel Ángel López.
